jueves, 24 de julio de 2014

Consumo de cocaína

La cocaína en Andalucía


Los últimos datos oficiales confirman que, en Sevilla, la cocaína sigue siendo, junto con el alcohol, la sustancia psicoactiva más consumida. Sólo en el año 2013 4.5786 personas fueron tratadas de algún tipo de adicción según datos de la Red provincial de Atención a las drogodependencias.

De estos el cincuenta y ocho por ciento de los pacientes solicitaron ayuda por una adicción a la cocaína o el alcohol.

En tercer lugar se encuentra la heroína, que pese al descenso constante desde hace años se mantiene todavía en un tremendo veinte por ciento. El cuarto lugar es para el cannabis, con un catorce por ciento. En el caso del cannabis la trayectoria es la opuesta de la heroína, puesto que mantiene una preocupante tendencia al alza.

Los datos publicados en Sevilla son bastante similares a los que ofrece el resto del territorio español. El alcohol y la cocaína siguen siendo, en el ámbito nacional, las dos sustancias más consumidas. A pesar de que se han registrado ligeros descensos en ambas sustancias las cifras todavía son muy importantes en relación al ámbito europeo.

Por sexos los hombres siguen copando la mayor parte de las solicitudes, aunque, en este caso, el aumento del número de mujeres es significativo. Esto, no obstante, podría no deberse al aumento de la adicción por parte de las mujeres, sino a que la presión social se ha reducido y cada vez es más asumible que también las mujeres pueden sufrir algún tipo de adicción.

Superar la adicción a la cocaína


Superar la adicción a la cocaína es uno de los retos más frecuentes de los pacientes de CITA. En CITA el tratamiento de las adicciones pasa por una planificación individualizada del tratamiento (no existen programas estandarizados; cada paciente es diferente y por lo tanto cada tratamiento debe serlo también) y por una estructuración del mismo en tres pasos: desintoxicación, deshabituación y reinserción. Si quieres saber más de nosotros puedes visitar la página del centro de desintoxicación CITA.


viernes, 18 de julio de 2014

Testimonio. El dolor

En CITA los testimonios de los pacientes forman parte de nuestro trabajo de cada día. La escritura es una de las herramientas terapéuticas que utilizamos y una de las sensaciones que nos encontramos de forma recurrente es la de que, durante el proceso de curación, es la de reencontrarse con sensaciones que los pacientes creían olvidadas.
Cuántas veces nos quejamos del dolor y qué pocas tomamos consciencia de él, parándonos a escuchar qué nos dice. Lo rehuimos porque, ante todo, sentimos miedo al dolor: creemos que, si nos rendimos a él, no podremos sostenerlo, y nos entra angustia. Por eso, cada uno a su manera, buscamos la vía rápida para quitarnos el dolor de encima. De entrada, nos ocupamos todo el tiempo, sin darle espacio, abandonándonos a la hiperactividad o a la evasión: drogas, televisión, juego, trabajo, pornografía…

¿Hay tantos narcóticos a nuestra disposición! Si, a pesar de todo, asoma su sombra, lo posponemos diciéndonos que no es el momento para vivirlo. Otra manera de escapar del dolor es transformarlo en un sufrimiento constante, en un malestar neurótico. Entonces lo convertimos en un vacío infértil que nos hunde hasta trocar el sinsentido de nuestra existencia. Cualquier cosa antes que rendirnos al dolor. Porque entregarse al dolor es eso: rendirse. Y no es fácil, pues para entrar en el dolor hay que asumir la impotencia ante una situación vita: una pérdida, una enfermedad, una muerte, una situación indeseable. Sólo cuando te dejas tocar por la impotencia, puedes entrar en el dolor. Pero esa es una vía sanadora: bajar la cabeza ante algo más grande que uno mismo, ante algo que no podemos controlar ni comprender.

Aceptar, simplemente, la vida tal como es. Aceptar nuestro propio límite y dejar de luchar contra nosotros mismos y contra el mundo en un callejón sin salida, empeñados en que las cosas sean de una manera determinada. Renunciar a la exigencia de tener que comprender y tener que encontrar una solución. Liberarnos de esa prepotencia que nos devora por dentro. Esta aceptación de la pequeñez del ser, del ”no sé” y del límite, nos humaniza y nos abre al dolor. Al darle espacio, dejando que se exprese, sentimos que algo en nuestro interior se muere. Al permitirnos llorarlo, es como cuando éramos niños y algo nos dolía. Entonces, cuando el cuerpo se encoge, lo acunamos dándole consuelo. Así es como aceptamos el dolor de la herida y de la pérdida, el dolor de lo quisiera que fuese y no es. Esa entrega al dolor, ese rendirnos, nos transforma, nos vuelve un poco más humildes.

En ese rompernos en pedacitos, en ese sentir el frio interno y la muerte, el cuerpo tiembla con toda su fragilidad. Pero, a la vez, el vivir eso que duele nos fortalece, pues reconocemos algo nuevo y renacemos a un nuevo amanecer donde el corazón está despierto. Emprendemos un nuevo camino, en un volver a empezar que nos acerca un poquito más al lugar del amor.
Mari Arenas. Terapeuta Gestalt y de Constelaciones familiares.

Entrada publicada originalmente en la página web del centro de desintoxicación CITA